Son terribles las ganas de abrazar cuando lo abrazado está fuera del alcance de las manos. Los brazos se desgastan, se entumecen, se entorpecen. Intento abrazar a otros y no es lo mismo. Mis brazos reclaman tu cuerpo. Porque en el momento me eres tan inmensa como el horizonte. Pero confío, que estos brazos, tercos, flacos y descarados podrán ceñirte a mí y decirte con un desvanecimiento que esto es cierto.
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